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Decisiones que forjaron una gran Institución

El Instituto para Niños Ciegos y Sordos Valle del Cauca es patrimonio de la ciudad de Cali, importante centro de servicios con excelencia clínica para la salud visual y auditiva, en el sur occidente colombiano, lo cual permitió que la Cámara de Comercio de Cali, la incluyera en el Clúster de Excelencia Clínica de la región. 

Desde su fundación y hasta el tiempo presente, el mayor valor  que ostenta es el amor comprometido con que trabaja por los niños y sus familias y, la comunidad en general, a través de programas de prevención y promoción en salud.

El éxito de ésta organización no es producto del azar, es el resultado de una dirección clara con trabajo científicamente diseñado, valores incorporados y aplicados en el día a día, y ejerciendo un liderazgo con un propósito de inteligencia colectiva para crear oportunidades reales y ambiciosas.

En 1940, se inicia éste proyecto con unas características ‘atrevidas, pero valientes’ porque los recursos económicos y físicos eran muy escasos, y el reto muy grande. Pero, era lo que menos le importaba a Luisita Sánchez de Hurtado, fundadora de ésta Institución, quien con ‘fe ciega’ logró sensibilizar a profesionales de la medicina, empresarios y dirigentes del gobierno, y conseguir un sitio con atención médica y solidaria para aquéllos niños, jóvenes y adultos en situación de discapacidad que vivían en las calles de la ciudad.

Así, surgió el Instituto para Niños Ciegos y Sordos Valle del Cauca, gracias a una mujer extraordinaria colmada de bondad, energía, humildad y, decisión para crear un hogar para los quienes no tenían nada.

Unión de fuerzas e ideas visionarias

La gestión de Luisita  y el permanente apoyo de la junta directiva, dio paso a la donación de la Gobernación del Valle del Cauca, un terreno en el barrio San Fernando viejo, para construir la sede de la Institución. Un aporte que brindó estabilidad y oportunidad para desarrollar programas complementarios y hacer de la atención a los niños, un servicio integral. 

Allí,  se levantó la Escuela de Niños Ciegos y Sordos,  con Luisita como directora, y acompañada por el gobernador Alonso Aragón Quintero, presidente de junta directiva; y los caleños Enrique Micolta, Joaquín Borrero Sinisterra, Gustavo Lotero y Ana María Carvajal, integrantes de la misma.

El propósito de la Escuela tenía dos objetivos: rehabilitación y educación. Formar niños competentes, primer paso para ayudarlos en su desarrollo interno, que les permitlera ser personas independientes y útiles a la sociedad. 

En 1942, mediante Resolución Nº 078 de julio 29 de 1942, emitida por el Ministerio de Gobierno se reconoció Personería Jurídica a la entidad, sin ánimo de lucro, denominada Instituto para Niños Ciegos y Sordos del Valle del Cauca, (INCYS) con NIT No. 890.303.395-4, con domicilio en el Municipio de Cali – Departamento Valle del Cauca, la cual se encuentra vigente.

Esta primera sede, con enormes corredores y arcadas que enmarcan el patio central,  y aromatizada por el dulce aroma de  árboles de mango en tiempo de madurez, sirvió como internado para los pacientes hasta 1979, fecha en que uno de los sismos más fuertes del siglo XX, en Colombia, colapsó las instalaciones del Instituto.

Fue uno de los grandes retos que el Instituto para Niños Ciegos y Sordos ha afrontado, y que en su momento, logró sortear de manera valiente. De ésta crisis, surgió la brillante y efectiva idea que se convirtió  en soporte asistencial, clínico y financiero de la Institución, la Clínica Visual y Auditiva. Más adelante, mayor información.

Pioneros en educación inclusiva 

Al cerrarse el internado, continúa la atención integral a los niños  ciegos y sordos, a través de programas específicos de  fortalecimiento de capacidades a través de la habilitación y rehabiitación, concebidos a partir de un trabajo de investigación con especialistas en salud visual y auditiva, y en educación especial.

Sus amplios salones se convirtieron en aulas de educación básica primaria y de rehabilitación integral, donde se preparaban los niños y niñas para integrarse a escuelas y colegios de educación regular.  

El proyecto educativo se concretó al resolver los interrogantes: ¿Qué enseñar? y ¿para qué enseñar? Se agotaron los análisis, surgió una productiva discusión y se tomaron acertadas decisiones para  lograr el desarrollo cognitivo, social, motor y espiritual del niño. Se trabajó desde el modelo de la Pedagogía Conceptual, que propone seres humanos plenos en lo afectivo, lo cognitivo y lo expresivo. Personas amorosas, solidarias y talentosas, así son los egresados del Instituto.

Al tiempo que se identificaron nuevas posibilidades para la educación, habilitación, rehabilitación y la salud. Con autoridad y seguridad para generar cambios necesarios y lograr avanzar. 

Una forma de retar lo establecido y romper paradigmas,  lo que  permitió  ver más allá de lo que venía sucediendo en Latinoamérica e inspirar la creatividad para innovar procesos en la Institución como los programas de Estimulación Temprana a bebés con problemas visuales y auditivos.

Se modernizó el concepto de escuela de padres, involucrando activamente a las familias en los programas de rehabilitación. Ésta es una las claves del éxito, el trabajo conjunto, bien coordinado y complementado entre padres, niños, docentes y personal médico. Un enfoque integral de la parte médica, educación, habilitación y rehabilitación. Una labor  que entusiasma en el sentido correcto.

Después de terminar el proceso de educación y rehabilitación en el Instituto, los Niñ@s se integran a la escuela regular porque previamente ya habían recibido una capacitación sicológica, motriz y pedagógica. Porque desde un principio se consideró que la educación debía ser inclusiva, integrada más no segregada.  Y, sólo años más tarde, en 2008, a nivel nacional, se empieza a utilizar el término inclusión.

Teniendo en cuenta que la educación inclusiva brinda más posibilidades de desarrollo sicosocial y permite continuar con el trabajo de  empoderamiento que se ha iniciado. El objetivo  siempre fue claro, integración social y laboral, para preparar una persona que fuera capaz de participar e interrelacionarse en forma normal y de competir en productividad y eficiencia.

A finales de los años 70, cuando se decide llevar a cabo el programa de inclusión de los niños y niñas en escuelas regulares, los docentes de estos centros no estaban de acuerdo y consideraban que la educación de esta población debía hacerse en lugares aislados. 

En ese tiempo, lograr un proceso de inclusión era cuestión de 3 meses de visitas constantes a los colegios, hasta conseguir motivarlos, y que dieran apertura. Cuando veían los resultados y una experiencia exitosa, se abrían más cupos para los niños en las escuelas regulares.   

Hoy, en el campo educativo, incluido el nivel superior, podemos decir que estamos muy cerca de una real inclusión, aquella, que hace referencia a la acogida de personas con discapacidad visual y auditiva, pero en condiciones de equidad.

Se incluyeron clases de sexualidad, acompañamiento permanente y la capacitación a docentes sobre el manejo de  personas ciegas y sordas; y los programas de estimulación de la visión baja. 

La costumbre, en los primeros años 70’s, era que si el niño tenía algún resto de visión, se le cubrían los ojos para que no la perdiera. Gracias a la investigación médica, ese remanente visual tenía que ser estimulado como un apoyo para la rehabilitación de sus ojos. Y, desde 1976 se trabajó baja visión.

También, se enfatizó en la importancia de desterrar la lástima y la autocompasión para poder construir un futuro sano para los niños y sus familias. Al tiempo que se fomentaron valores como: el amor, el respeto, ser solidario, socialmente responsable,  aprender a trabajar en equipo, ser confiable y confiar en el otro. Aspectos definitivos para alcanzar la excelencia en este campo. Se logró un muy buen nivel en educación formal y no formal, con calidad y un enfoque humanista.

Excelencia clínica

En 1983, se hace realidad la iniciativa de crear la Unidad Médica Visual y Auditiva, (Hoy, Clínica Visual y Auditiva) como una entidad  privada  de salud con servicios especializados en oftalmología y otorrinolaringología, con personal médico altamente calificado, humano  y comprometido con la seguridad al paciente.  

Éste proyecto ambicioso surge porque se consideró la detección precoz de trastornos visuales y auditivos como una de las necesidades prioritarias para el desarrollo infantil. Incluyendo, las alteraciones de la agudeza visual desde la etapa prenatal. Al tiempo, que se pensó como una estrategia para el sostenimiento de los programas de rehabilitación.

Una clínica para atender y servir desde la prevención, promoción, diagnóstico, tratamiento médico-quirúrgico, rehabilitación y habilitación. Luego en 1988, se da la apertura de la primera Sala de Cirugía con equipos de última tecnología.

Cuatro años más tarde, se logra el primer implante coclear en uno de los niños del Instituto  en la Clínica José Antonio Rivas, en Bogotá. Y, en 1995, se inicia en el Instituto, la rehabilitación de Niñ@s con implante Coclear.

Gracias a éstos implantes se integran los sonidos, y sus cuerdas bucales empiezan a funcionar normalmente. Ya el lenguaje de señas, signos y gestos, pasa a un segundo plano. Emociona ver a los niños que ya tienen su implante, leyendo cuentos en voz alta, conversando y jugando con seguridad y libertad.

Ante los altos índices de ceguera y sordera registrados en Buenaventura, en 1996, se abre un centro de atención, prevención y promoción.  En el 2000 se consiguen los recursos para construir la sede, y en el 2001 comienza a funcionar la Clínica Visual y Auditiva. Más adelante, en octubre 2006 se inician los servicios en las sedes de Vallado-Cali y Palmira.

Durante estos años, se generó una cultura de trabajo permeada por una serie de valores que se asumió como bandera corporativa.  Un liderazgo con visión de futuro, compartido entre las directivas y profesionales  para guiar  a la institución a niveles de excelencia en todos los campos.

Siempre con objetivos claros y con la pasión para dar lo mejor en el trabajo diario. Una formación centrada en lo misional y en el compromiso de los cinco directivos  que  marcaron su desarrollo durante estas ocho décadas.

Ya sobre el año 2000, y teniendo en cuenta los enormes desafíos y retos que exigía la economía mundial, globalizada, cambiante y convulsionada, el Instituto se puso a ‘tono’ como cualquier empresa que aspira a ‘jugar’ en las grandes ligas, y dio el paso a escenarios con amplios horizontes, en los cuales tenía que ser único y diferente. Era el momento  de asegurar su presencia  en el tiempo.

Creó una cultura de alta calidad con visión estratégica, y dándole la mayor importancia a la planeación, evaluación permanente y el mejoramiento continuo.  Sin perderle el ritmo a la tecnología, definitiva para asegurar una decisión óptima en cada proyecto. 

La apertura a los avances tecnológicos disponibles en el mundo, fue un acierto  para los procesos administrativos,  educativos, de rehabilitación, y por supuesto, en lo concerniente a la salud visual y auditiva. 

Empezó a forjar un futuro para los años 20’s, con una serie de alternativas  y múltiples desarrollos enfocados en obtener mayores resultados económicos en forma sostenible. Iniciativas innovadoras para una propuesta de valor de impacto.

Oportunidades Vs. Crisis 

Entre 2018 – 2020, se presentan situaciones que afectaron la estabilidad, el normal desarrollo y el avance del Instituto. Como, la fuerte caída  de ingresos entre 2017-18, porque se terminó el apoyo de la Christoffel-Blindenmission, fundación alemana, cuya misión era apoyar a las personas con discapacidad visual, en países de extrema pobreza, y según las estadísticas divulgadas en junio 2018, Colombia ya había superado los índices correspondientes. Por otro lado, los efectos de la pandemia del coronavirus en el 2020.

En los dos momentos, la creatividad  y el trabajo en equipo fueron fundamentales en el diseño y ejecución de las Estrategias de sostenibilidad.  El Instituto dio un paso adelante en la utilización de energía renovable, gestionó y concretó nuevas alianzas que fortalecieran programas y proyectos ya establecidos; y apostándole, también, a nuevos públicos y proyectos.

Estableció nuevas políticas en el manejo racional de los recursos (Matriz Gerencial de Costos y Gastos), apuestas al flujo y efectivo de caja, como estrategia financiera.

El programa Atención Integral en Salud que mejoró positivamente la experiencia de los usuarios con un Modelo de Servicios de Impacto, consolidando el Programa de Seguridad del Paciente, fortaleciendo las actividades de Promoción y Prevención en Salud Visual y Auditiva y el Proyecto de Servicio de Telesalud.

Se invirtió en potencializar el talento humano, una apuesta de cara al desarrollo de competencias, liderazgo consciente,  humanización en el servicio, consolidación de los procesos de innovación e investigación.

Esta Institución vallecaucana se ha posicionado como una empresa modelo en el sector de la salud visual y auditiva a nivel nacional e internacional, en éste último nivel, con oficina específica para atender al Paciente Internacional.

En este balance 82 años, se demuestra que la inversión y el acompañamiento a los niños y sus familias, del ayer y de hoy, fue la mejor decisión, la mayor satisfacción y el orgullo del Instituto, porque actualmente son profesionales de éxito, y muchos otros van detrás de ellos. 

Al cierre de esta reseña histórica, expresamos el mayor respeto, reconocimiento y gratitud  a la fundadora del Instituto para Niños Ciegos y Sordos Valle del Cauca, señora Luisita Sánchez de Hurtado y, a las señoras, Sara Domínguez de Copete, Stella Basurto de García y Doris García de Botero; y al señor Pedro Pablo Perea Mafla, quienes estuvieron en la Dirección General durante éstos 82 años creando una cultura sólida en valores, comprometidos con el crecimiento de la empresa y el amor por los Niñ@s que llegan buscando una mejor calidad de vida.

Para estos directivos, reconocimiento por los importantes desarrollos y avances de la organización, y la mayor gratitud por tener presente que las personas son el centro de la organización y su soporte. Ya sean los especialistas médicos y de rehabilitación, miembros del Consejo Directivo y Junta Directiva, comunidad corporativa, las familias de los niños y los aliados benefactores

11.04.2022 Stockholm

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